IBIRI: ESTIRPE ANTIGUA ENTRE MONTES VASCOS
En los altos montes de
Motrico, en el barrio de Ibiri, se alza el caserío centenario de la familia
Zubiaurre, guardianes de una estirpe brava que durante generaciones han
custodiado con silencioso orgullo.
Allí, entre helechos y
sombras, resuena la voz del ganadero Unai Zubiaurre, que llama a sus vacas como
quien invoca a espíritus antiguos. Su eco se pierde entre la oscuridad del
bosque. La tierra comenzó a temblar bajo el sonido de sus pezuñas, y de entre
la penumbra surgió una manada de pelo encendido al igual que el fuego. Sin
embargo, encabezaba la manada una desafiante vaca de tostado pelo, aliento de
sus fundadores.
Durante años, fue la
legendaria vacada de Don Nicolás Aranda, manantial eterno de casta, junto a
otras vacadas de origen navarro, las que nutrieron los sueños ganaderos de
Unai. De aquella unión entre lo viejo del caserío y lo fiero de la Casta
Navarra, brotó una sangre nueva, pero con memoria antigua, que hoy reluce en
los campos con soberana altivez.
Llevan por bandera sus
orígenes, pelos rojos, tostados y chorreados, de nervioso comportamiento como
si por sus venas corriese el picante de las guindillas. De carácter fuerte y
valiente corazón que defiende a cualquier coste su divisa sobre la arena.
Con miradas desafiantes y
arrogantes gestos nos recibían mientras admirábamos atónitos aquel oasis. Nos
retaban con sus ojos blancos como las perlas y con un leve giro del morro
marcaban su terreno. Sus astifinas defensas apuntaban al cielo como lanzas viejas,
retando a cualquiera que entrase en sus dominios. El viento mecía sus
flequillos, historia de quienes nunca se doblegaron y rastros de casta antigua.
Oasis de bravura, remanso de casta donde el tiempo se detiene, y donde la
verdad del campo se abre solo para quien sabe mirar con el corazón.
Por último, agradecer a Unai por su amabilidad y paciencia, por abrirnos las puertas de su casa y mostrarnos cada rincón de su vacada. Gracias por criar estos animales.