RIPAMILÁN, EL HISTÓRICO HIERRO DE LA M
El sol caía en la Martucha y los últimos rayos de luz ensalzaban la silueta de una vaca antigua, una vaca que en su día levanto los cimientos de la ganadería de Ripamilán. Engatillada de pitones, tostada de pelo, aunque de morro blanco, al igual que las antiguas vacas de la tierra. Por unos segundos parecía estar en el pasado. En sus marcados costillares se lee el número 54. Al lado, en la parte superior de su anca trasera, luce la JG de Don Jesús Guembe Solano, su antiguo ganadero. 21 años de vaca que ha defendido cada tarde la divisa de Ripamilán como si fuese la suya, dejando actuaciones donde la casta y la emoción se fundían con el sonido de su esquilo y la ovación de los aficionados. “Tenebrosa”, la última vaca del lote que podría denominarse como las vacas fundadoras.
El histórico hierro de Ripamilán tuvo su origen en la primera mitad del siglo XVIII, se estipula que pudo ser en 1865 aunque también se cree que la fecha real de su origen fue mucho antes, en 1749. La creación de esta casa ganadera se basó en la adquisición de reses de la ganadería de Don Juan Murillo Villanueva. En 1874, Don Severo vendió la vacada familiar a su primo Don Gregorio Ripamilán Murillo. Tan solo 4 años después, el 28 de mayo de 1878, Don Gregorio fue asesinado en unas extrañas circunstancias pasando así la vacada a manos de su hermano, Don Victoriano Ripamilán. Aunque Don Victoriano no corre mejor suerte y fallece al poco tiempo. En 1894 la vacada se anuncia a nombre de su viuda, Doña Mercedes Hernández, quien la regenta hasta 1909. Fueron conocidos por su casta como los Miuras de Aragón.
En 1909 venden la vacada a los ganaderos colmenareños Vicente Bertólez y Mariano Torres. Estos, a su vez, la enajenan a Manuel Lozano Daudén, vecino de Valdelinares (Teruel), que ya poseía otra vacada de origen jijón adquirida en 1897 a los herederos del marqués de Fuente de Sol.
Fue en 2005 cuando el hierro de Ripamilán volvió a nacer. Armando Sancho, impulsor de esta empresa y actual ganadero, comenzó dando de alta el hierro de la M en la asociación de Ganaderos de Lidia, recuperando así la divisa encarnada que las primitivas reses lucían cada tarde. Después adquirió en primer lugar un lote compuesto por veinticinco vacas de diferente procedencia y encastes. Llegarían a la finca además dos sementales de casta navarra, ellos serían “Vulcano” de Don Nicolás Aranda y “Silencioso” de la familia Arriazu.
“Vulcano” de Don Nicolás Aranda. |
Un año más tarde, Armando elimina las vacas, aunque mantiene los dos sementales. Añade cincuenta y una utreras, la mayoría oriundas de Don José María Arnillas (La Rebomba), adquiridas al ganadero navarro Don Jesús Guembe Solano. “Navarra”, “Artillera”, “Bucanera”, “Guerrillera”, “Roncalesa”, son solo algunas de las vacas cuyos nombres se grabaron a fuego en las paginas de la historia de Ripamilán.
"Bucanera" y "Guerrillera". |
"Vulcano" y "Navarra". |
Escarbando y barrutando, "Ganapán" advertía de que estaba entrando en su territorio: la Martucha, finca donde pastan las reses de Armando. El viejo semental sigue manteniendo su sed de pelea intacta a pesar de su edad. Las puntas de sus pitones y el blanco que descubre su testuz son testigo de su agresividad y temperamento. Perdió parte de la visión en uno de sus ojos tras una pelea aunque nada consigue apaciguar los ánimos de este incansable rey, preparado y dispuesto siempre para la batalla.
"Déspota", reservaba sus fuerzas para el albero y observaba desde la distancia a su compañero de cercado. Las puntas de ambos habían menguado hasta convertirse en mogones, un aval seguro de su casta.
Dos jovenes machos medían sus fuerza bajo la atenta mirada de uno de los más respetados de la casa. Responde al nombre de "Pistolero" marcado a fuego con el número 6. Cabeza triangular, estrecho de sienes, ojos saltones y de perdiz, a juego con el morro, rasgos que heredó de su abuelo "Vulcano."
"Pues
es una pregunta compleja. He evolucionado respecto a este tema.
Cuando
comencé buscaba animales que pusieran las cosas difíciles. No me importaba la
nobleza. El destino de mis animales eran los festejos populares y, por lo
tanto, perseguía más la fiereza que la bravura. Con el paso del tiempo he ido
girando de rumbo. Ahora busco que los animales tengan "corazón", y
duración. El destino de mis animales siguen siendo los festejos populares. Pero
de lo que más disfruto últimamente, y casi únicamente, es de los tentaderos en
la finca, a puerta cerrada, en la intimidad de la ganadería. Con sólo tres o
cuatro personas. Si no disfruta el novillero, o no le sirve al becerrista, yo
tampoco disfruto.
Lo
cual no quiere decir que vaya buscando la nobleza absoluta. Me gustan que los
animales tengan ciertos problemas y el novillero sepa solventarlos. Pero,
lógicamente, los novillos y novillas tienen que tener cierto grado de
toreabilidad.
Por
eso busco lo más difícil: el equilibrio. Bravura pero con clase, con entrega,
con prontitud. El animal, ni ha de ser "tonto" ni ha de ser
"imposible" de torear.
Eso sí, han de transmitir peligro. Sin sensación de peligro las faenas carecen de emoción. Las faenas son importantes cuando tiene mérito lo que haces delante de la res. También, lógicamente, busco animales que estén en el fenotipo de la casta navarra, o casta del Ebro. Esto, para mí, es primordial. Una res pequeña y con los rasgos característicos de esta casta fundacional.”
Los pelos cárdenos se mezclan con los animales de capa
tostada y colorada, se trata de la línea Santa Coloma que Armando también cría.
Armando lucha contra viento y marea, al igual que cierto ganadero romántico portugués, por sus animales. Creó su ganadería con el objetivo de conservar el encaste autóctono aragonés del Valle del Ebro. Muchas han sido las adversidades que ha atravesado durante este tiempo, celebrando las victorias junto a su vacada y refugiándose en ella en los tiempos difíciles.