EL TESORO DE LA FAMILIA HERCULANO

La finca Herdade do Valhascos, se extiende como un suspiro sobre la tierra vestida de alcornoques, cuya corteza agrietada guarda los secretos que en su día su ganadero confió a sus pupilas. En aquella vacada, el tiempo discurre lento, al ritmo pausado de las vacas que dominan la sagrada dehesa lusa. Las golondrinas con su bajo vuelo, surcan el aire sobre el lomo de las vacas y con su canto acompasaban el paso de aquel rebaño de sangre antigua. Cada paso suyo es historia, cada mugido, un eco profundo que se funde con el canto lejano de la tierra. La sangre de Cabral Ascençao y Núñez, que en su día nutrieron la ganadería, alimentan ahora la diversidad de pelos. Así  mismo, son el testigo que en su día Henrique Herculano recogió para pasar a ser la tercera generación de ganaderos dentro de la familia Herculano. En los oscuros ojos de sus vacas duerme la sabiduría del campo, guardando el pulso de la bravura y el misterio donde nace la casta. Forjando así entre sombra y mugidos, peleas y bramidos, un paraíso. Refugio del ganadero Henrique Herculano que, con mimo, esfuerzo e impulsado por una inmensa afición, continua con la vacada que en su día crearon su abuelo y su padre.

Del corazón de aquella arboleda surgió un joven semental cuyo reinado acababa de comenzar. De arrogante y viva mirada, enmorillado, negro mulato de capa y listón. Sus astifinas astas saludaban al cielo al tiempo que clamaban pelea en defensa de su territorio. En sus costillares se encontraba herrado a fuego el número 1, respondía al nombre de “Varito”, y era el más joven de los sementales.

       

Las incansables llamadas de guerra encontraron respuesta. No muy lejos de aquel cercado, entre encinas y alcornoques, se divisaban cuatro solitarios centinelas que custodiaban las puertas del futuro de la ganadería. Junto a la puerta se encontraba uno de los guardianes más lonjevos, herrado a fuego con el número 106. Los años le habían dado la experiencia suficiente como para saber que al otro lado de la puerta, junto a la plaza de tientas que le brindó la vida, se encontraban sus vacas. Paciente guardaba la puerta esperando cruzarla. Junto a él se encontraba "Belado"-75 que lucía en su rostro el precio tan caro de la jerarquía y de la victoria, su ojo derecho ahora centinela del recuerdo, no nos perdía el rastro. 




Al otro lado del arroyo que las intensas lluvias habían creado, se encontraba la otra pareja de sementales, sus ganas de pelea delataban su temprana edad y los hacían permanecer cerca de la valla de donde provenían los bramidos. El de llamativo pelaje y vivo carácter respondía al nombre de “Vingativo”, el número 46 resaltaba sobre su pelo carbonero. "Belador II" era el de negro pelo, quieto al igual que las estatuas medía a los intrusos. Conforme nos acercábamos a la puerta de la que provenía las incesantes llamadas de guerra, los sementales miraban recelosos. 




Al otro lado se encontraba el futuro de la ganadería. Los añojos, que esperaban su bautismo a fuego, observaban y aprendían de los mayores que peleaban por obtener un puesto dentro de la jerarquía del cercado. Los novillos de mayor envergadura eran aquellos que contestaban a las llamadas de guerra de “Varito”. Arrogancia en sus miradas que, lejos de acobardarse y buscar refugio en aquel inmenso cercado, se acercaban cada vez más en busca de pelea.


















El origen de esta casa ganadera se sitúa en la década de los 80, concretamente en 1985, cuando Henrique da Silva Herculano y su hijo Jaime, adquieren la ganadería de Dª María Do Rósario Infante da Cámara Albergaria, de procedencia Pinto Barreiros. Con esta primera compra se rebautiza la vacada y pasa a llamarse Henrique e Jaime Herculano. Creando el hierro de Silva Herculano, que superpone la S y la H y mantienen la divisa blanca y azul de la ganadería de Dª María Do Rósario Infante da Cámara. Años después, se agregan vacas de Cabral Ascensão y José Manuel Andrade de origen Alves do Rio.

En 1993, la tragedia se cierne sobre la familia Silvia Herculano, escribiéndose el capítulo más oscuro de esta joven ganadería. Henrique fallece en 1993, y las reses pasan a lidiarse bajo el nombre de Jaime Herculano. Aunque por poco tiempo ya que pocos meses más tarde, su hijo Jaime, también fallece. Los hijos de Jaime se ven obligados a vender la ganadería con tan solo 8 años de historia. Adquiere la vacada un nuevo propietario que termina mandando todos los animales al matadero.

Aunque, por otro lado, los hijos de Jaime continúan con el sueño de su padre, manteniendo una reducida punta de vacas de origen Cabral Ascensão y un novillo procedente de Alves do Río. En 2002, Henrique Herculano, uno de los hijos de Jaime, decide tomar las riendas de la ganadería continuando así con la ganadería de su abuelo y de su padre. Es aquí donde Henrique comienza un laborioso proceso de reconstrucción y selección. En primer lugar, y para aumentar el número de vacas madres adquiere vacas de procedencia Cabral Ascensão al ganadero Simão Malta Junior, antes de que vendiese la ganadería de su padre Joaquim Alves (ganadería que daría origen a la vacada de São Torcato). Más tarde, compra un lote de vacas de la ganadería São Martinho, procedentes de Torrestrella.

En 2006, el hierro de Herculano vuelve a lucirse sobre la arena, lidiando novilladas de Portugal. En 2008, a Henrique le brindan la oportunidad de comprar un toro de la ganadería Heredeiros de Varela Crujo, de procedencia Laurentino Carrascosa (Torrestrella). Dicho toro había sido indultado en Campo Pequeño, por su bravo y encastado comportamiento. Un hermano de este mismo toro padrearía en la ganadería de Henrique con las vacas de Cabral Ascensão. No es hasta ese mismo año, cuando se registra en la asociación española de Ganaderos de Lidia Unidos bajo el nombre de Silva Herculano. Más tarde, en 2010 Henrique consigue devolver a su vacada el hierro original de la ganadería que se había vendido en 1993.










En la dehesa ondea la estampa brava de las sesenta madres, cada una un fragmento vivo de la historia que talla el hierro de Silva HerculanoLas armónicas hechuras y la variedad de pelos ricos en matices que trasmiten fielmente a sus retoños, son herencia de la sangre Núñez, vía Torrestrella. Por otro lado, aquellas vacas procedentes de Cabral Ascençao, llevan esa sangre marcada en su pelo y en su carácter


 
Entre la marea de puntiagudas agujas que ondeaban al sol, se encontraba una de las joyas de la corona. De pequeña talla, negra mulata, bragada y caribella. A pesar de los años, sus defensas no perdían sus afiladas puntas y ni su mirada ni su carácter se había amansado. Sus pitones, al igual que los de aquellas reses navarricas de origen Nogué, aquellas que no se rundían ni al tiempo ni al hombre, coronaban su testuz como una diadema de guerra. Respondía al nombre de "Vingadora" y en cada mirada desafiaba al destino como si esperase volver a pisar el albero.


En aquella marea verde brillaba con fuerza el pelo colorado entre la maleza. Un fuego sobre el cual las blancas cenizas se posaban sobre su pelo. Cornivuelta de pitones, astifios apuntan al cielo gritando y proclamando orgullosa cuales son sus orígenes. Fue bautizada con el nombre de "Dengosa".




















Altivas en sus andares y de desafiantes miradas, finas de cabos y de astifinas defensas. Sus gestos delataban que eran las madres de los alevines que clamaban pelea. En su sangre portaban la casta de la familia Herculano, aquella que trasmitían a sus hijos y que más tarde, tras defender el honor de su divisa, el albero de la plaza acabaría bebiendo. Pero aún faltaban unas cuantas primaveras por delante para que aquello ocurriese. Los más audaces alzaban el morro frente a la cámara, firmes como retoños con corazón de toros. Aunque también los había más cautos, los cuales, curioseaban tras la protectora sombra de sus madres.



























De entre aquellos alcornoques que habían contemplado el paso imparable del tiempo, emergió una vaca de antigua lámina. Sus dos guadañas y su altivo carácter asustaban a cualquiera que se atreviese a traspasar su terreno. En su bautismo a fuego había recibido el número 213 y respondía al nombre de "Idiona".












La pandemia azotó con fuerza la ganadería, y Henrique se vio obligado a reducir el número de vacas y de machos. A pesar de ello, los toros que serán lidiados durante esta temporada lucen un envidiable trapío y serias miradas. De fuerte complexión y que, sin ser excesivamente exagerados de cara, no necesitan más para intimidar e infundir miedo. Hace tiempo que el destino de estos cinqueños quedó sellado, como el hierro candente que marca su piel. Henrique a pesar de su corta andadura al frente de la ganadería tiene muy claro lo que busca en sus toros: casta, bravura y emoción. Respetando y manteniendo el tipo de sus animales.
















Para terminar quiero agradecer a Henrique, por abrirme con generosidad las puertas de su casa y compartir conmigo la esencia de su tierra. Agradecer en especial también a su mayoral, por su amabilidad, su tiempo, y por hacerme sentir, desde el primer instante, como en mi propia casa. Gracias a ambos por custodiar durante tanto tiempo y con tanta afición y cariño un encaste tan especial.





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