La ganadería Canas Vigouroux, custodia bajo los colores de su divisa, dos encastes muy distintos, el de Veragua y el de Pinto Barreiros. Dos sangres que habitan junto a la orilla del río Tajo, protegiendo la finca Herdade dos Eamús, aunque la convivencia entre ambas es complicada, ya que el genio y temperamento de los veraguas a menudo se topa con el carácter de los Pinto Barreiros.
Comenzó a percibirse en el aire el olor a tierra revuelta y un jabonero tiñeró su pelo, oscureciéndolo con el barro. Sus astas se volvieron más gruesas tras hundirlas en la tierra. De pronto, el sonido primaveral del campo cesó. De la misma manera que chocaban las pequeñas olas contra la orilla, chocaron ambos encastes. Comenzándose a escucharse el barutar sordo del gran jabonero que portaba en sus costillares el número 28.

Aquel jabonero se acerco a la alambrada que lo separaba de sus hermanos, receloso, miraba a la cámara sin perder detalle, mientras escarbaba.
Al otro lado del cercado se encontraban los negros astados de procedencia Pinto Barreiros, que con sus puntas mirando al cielo respondían al jabonero.

En pocos minutos los sordos sonidos se extendieron por todos los cercados y el afán de pelea del número 28 contagio a sus hermanos de camada, que comenzaron también a pintarse para la guerra.


Tras varios minutos de tensas conversaciones a través de la alambrada, los negros cinqueños desistieron y continuaron comiendo.
Ambos encastes se llevan por separado con una selección muy estricta y rigurosa, poniendo la mira en la lidia a pie. A pesar de que en Portugal no existe la suerte de varas, Pedro Canas, la mantiene como santo y seña a la hora de llevar a cabo las tientas. Su mayoral, Joaquim Manuel Sardinha, me contaba que un animal debe de tomar, como mínimo 4/5 varas y si reúne las características pertinentes en la muleta se gana un sitio en la ganadería. Añadía Joaquim que, en caso de duda, el caballo volvía a hacer acto de presencia en el ruedo para despejar los interrogantes sobre su indulto.
La camada que Pedro Canas tiene preparada para esta temporada es impresionante. Jaboneros astifinos, con mucha presencia, gran caja y de seria mirada. El número 42 destacaba entre sus hermanos por su llamativo pelaje melocotonero.
"Rachado"-25, sin duda mi apuesta para esta temporada. De brillante pelaje, escalofriante mirada y antiguas defensas, finas como cuchillas. A pesar de que estuve admirando la impresionante estampa de "Rachado", solo podría ver su verdadero encanto cuando saliese a la arena. Seguro que la belleza de este jabonero no se encuentra solo en el exterior.
Otro ejemplar que destacaba por su trapío era "Bordadito"-47, de gran cabeza, seria expresión, gruesas y afiladas astas que junto a su gran caja confeccionaban un toro de primera.
Emoción y bravura esos son los caracteres que el ganadero quiere plasmar sobre sus pupilos. Definiendo el comportamiento de sus toros durante la lidia de los siguiente manera: "Mis toros embisten con emoción, con el rabo arriba y el morro por la arena".
Cambiamos de finca y nos trasladamos a Herdade do Pombal, para ver la joya de Canas Vigouroux. Se trata de una de las vacadas más puras, por no decir la que más, del encaste veragua. Dos finas astas, de negras puntas y acaramelado cuerpo, de largo morro manchado con pelos más oscuros, carácteres que diferenciaban a estas veraguas lusas de sus primas jaboneras de Domecq.




El origen de esta ganadería es de los más peculiar, Pedro Canas empezó su andadura como ganadero tras adquirir un lote de 25 vacas y un semental de Pinto Barreiros. Un año más tarde le compró 20 eralas del mismo origen a Simão Malta con la condición de que, Pedro, también se tenía que quedarse con 10 eralas jaboneras de la antigua ganadería Faustino Gama. En su día el ganadero pensó en eliminar las jaboneras pero las tentó y para sorpresa de muchos, las de veragua pasaron el examen con muy buena nota, ganándose su sitio en la ganadería.


"En mi ganadería cuando se llevan a cabo las labores de tentadero es fundamental la exigencia en el caballo y van cuantas veces sea necesario; de hecho mi ganadería es muy reducida y la que se queda de madre es por haber superado todas las pruebas". Pedro Canas.
Al principio Pedro Canas mantuvo las vacas de veragua por curiosidad y a día de hoy, los animales de capa jabonera es lo que diferencia a la ganadería de Canas Vigouroux del resto.





Las vacas de veragua son famosas a lo largo de todo el panorama nacional e internacional por muchos y muy diferentes motivos, a día de hoy, ostentan el título a mejores madres del campo bravo algo más que evidente desde mi llegada al cercado. Esta fue una de mis primeras fotografías, aquella astifina madre no dio un paso atrás, a pesar de que a mis espaldas estuviese situado el todoterreno y los sonidos estridentes que este emitía.
Esta madre intento esconder a su pequeño becerro entre los arbustos y a pesar de que su blanco pelaje resaltaba entre el verde de la vegetación, consiguió ocultarlo de mi lente. Hasta que el becerro, impulsado por su curiosidad, acabó poniéndose en pie para ver que atraía las miradas de sus hermanos.
No había momento en el que pudiese mirar a un becerrito sin tener la fija y escalofriante mirada de su madre puesta en mi.
Ingenua de mi al pensar que pasado un rato, las vacas ya se habrían aburrido de mi y me dejarían ver a los alevines de la ganadería. Las jaboneras, imitando a los romanos, adoptaron la formación tortuga, las matriarcas de edad más avanzada y pitones más desgastados ocuparon el medio junto a los becerros mientras que las más astifinas custodiaban los demás francos.
Finalmente y a base de insistir, las madres me permitieron franquear aquella defensa para fotografiar a sus queridos retoños que incluso posaron para la cámara.
La belleza del encaste de Veragua se estaba presente en cada vaca. En esos pelos jaboneros diversas tonalidades, todas tan iguales y distintas, en esas afiladas cuernas que cortaban el cielo y se presentaban en formas tan diferentes, en esas eléctricas miradas y desafiantes desplantes.
La última vaca que pude divisar antes de partir de aquel cercado fue una curra que lucia en sus claros costillares el número 139. Aquella veterana tomaba el sol a los pies de un viejo árbol que seguía creciendo fuerte, al igual que la jabonera que seguiría trasmitiendo su singular fenotipo y bravura a lo largo de muchas generaciones.

Me gustaría terminar este reportaje agradeciendo en primer lugar a Pedro Canas por brindarme esta oportunidad y por continuar apostando por este maravilloso encaste. Agradecer también al mayoral Joaquim, por recibirme con los brazos abiertos y enseñarme esta impresionante vacada.